Que mejor forma de olvidar un mal día que ir al Alameda a
darse un homenaje.
La verdad es que no iba con una idea de lo que me podría
encontrar, ni nunca nadie me lo recomendó a pesar de tener una estrella
michelín.
Estaba en mi lista de “pendientes” (entre otros muchos) y con la
buena y parlanchina compañía de Adur la noche se me hizo agradable y divertida.
La sensación que tuve en cuanto entre fue de calidez y
limpieza, además de llamarme mucho la atención una pequeña bodega que tenían en
el mismo comedor a modo de decoración.
La “etxeko-andre” que nos atendió muy correcta, paciente y amable, con un vestido-abrigo floreado
abotonado hasta el cuello de manga corta que rompía la armonía y elegancia del
lugar en cuestión.
Aún teniendo varios menús degustación de menos a mas platos,
nos decantamos por la carta, a destacar que sirven medias raciones, con lo que
decidimos hacer nuestra propia degustación.
En general los platos muy buenos en sabor, cantidad,
temperatura y presentación. Sin florituras ni extravagancias, sencillos y con
el toque de color verde que nunca falla.
Aperitivo: Crema de tomate con mousse de queso y albahaca
Ensalada de bogavante con guacamole
Txipirones Begi Handi de anzuelo con compota de cebollas tiernas
Mero con caldo meloso de algas y cítricos
Cochinillo confitado y puré de patata
Cordero con puré de patata y ensalada
Si que le daría un pequeño tirón de orejas a los postres, nos
esperábamos ese algo más de ingenio o sorpresa.
El helado de queso muy bueno en
sabor y textura, pero sólo eso, demasiado sencillo.
Y el ravioli… si no me lo dicen, nunca hubiese adivinado que
era de aceite de oliva, los frutos rojos anulaban mucho el sabor.
Helado de queso fresco
Ravioli de aceite de oliva con sopa de frutos rojos
Nada mejor que el chocolate para poner punto y final a una cena, aconsejo no despreciarlos nunca.
Crema de chocolate con espuma de café, financiera de almendra y roca de chocolate negro.