Irte unos días de vacaciones a una capital europea siempre es una gozada básicamente porque sabes que te vas a dedicar a pasear, ver museos, catedrales y sobre todo absorber cultura. Además de tener una mayor variedad gastronómica a tus disposición.
Es el caso de París, aunque ya lo había visitado hacía unos 4 años realmente me apetecía volverlo a patear pero de una forma mucho más tranquila que la vez anterior, con lo que 1 semana entera dio para mucho.
Un poco de organización y unas horitas de internet previas al viaje fueron suficientes para hacerme a la idea de todo lo quería y comprimirlo en solo 7 días, que París es mucho París.
Empecé las vacaciones dando un paseo por las "cercanías" del hotel. Decidí dar una vuelta por e Museo Pompidou y con solo ver la cola que había para entrar se me quitaron las ganar de ver la exposiciones que había. Otra vez será...
Explorar las calles de alrededor y terminar tomándome un café en uno de los clásicos de París, Café De Flore. Con sus típicas mesitas redondas, sus vitrinas llenas de pasteles con una pinta deliciosa y camareros con chaleco y pajarita, igual que hace 100 años.
Algo de ocio y esparcimiento también esta bien, que París no solo tiene museos y monumentos. Si algo tiene Francia a destacar son sus carreras de caballos, y aquí una es una aficionada...
Por fechas, horarios y cercanía el que más convenía era el hipódromo de Auteuil, así que una vez puesto Google Maps en marcha allá que me fui.
Lo bueno de las carreras de caballo en Francia es que las hacen muy pronto, con lo que te queda toda la tarde para aprovechar y turistear un poco.
La Catedral de Notre Dame y Montmartre con sus increíbles vistas sobre la cuidad de París fueron mis siguientes visitas.
Si había algo que realmente quería hacer durante estos días era comer en auténticas Braserías francesas, nada de restaurantes de alta cocina ni estrellas michelín. Lo tenía claro, era lo que me apetecía, auténtica cocina clásica francesa.
Y clásica cocina francesa era la que me ofrecía Bofinger. Un Brasería que data del año 1864 con una excelente comida, servicio y presentaciones cuidadas. Con la decoración y el espíritu de antaño que se respiraba me hizo pasar una noche mu agradable.
¡Increíble la sopa de cebolla con queso gratinado!
El Chucrut, la especialidad de Bofinger y una deliciosa lubina a la mantequilla.
A la mañana siguiente tocaba excursión a Versalles. A unos 20 kilómetros de la cuidad tenemos unos de los Palacios más imponentes que he conocido y que sin duda había que visitar.
Los jardines infinitos y cuidados al detalle.
A nuestra vuelta nos esperaba el primer museo de nuestra ruta y con algo de prisa la verdad, ya que en Francia todo cierra relativamente pronto, y esa hora son las 6 p.m.
Así que decidí ver uno pequeñito, el recién inaugurado museo Yves Saint Laurent por el que tenía bastante curiosidad y no decepciono para nada.
Su despacho, su escritorio tal cual lo tenía con sus libros, telas de muestra, álbumes y hasta su cenicero.
¿Y qué es un viaje a París sin la foto de la Torre Eiffel desde Trocadero?
No has ido allí si no vuelves con esta foto.
Y sin invertir unas cuantas horas en el MUSEO por excelencia, LOUVRE.
Si algo he aprendido en mis viajes a lo largo de los años es que para ver un museo tranquila tienes que madrugar y hacer cola, de lo contrario te puedes encontrar con más de 1 hora para entrar y aburrida antes de empezar.
Nada más abrir fui directa a verla a ella, "La Gioconda", tan impresionante verla de tan ¿cerca?
Para justo después cogerme el txoko justo delante de la "Victoria de Samotracia" y estudiar un poco el mapa y sus salas.
Más de 3 horas después terminé la visita y me fui directa al Mercado de los Niños Rojos, que aunque no es muy grande lo disfruté viendo todo el producto y comiendo en su puesto de comida marroquí.
Cous cous con un poco de todo y lista, había que llenar la tripa que a la tarde-noche nos esperaba partido de futbol del equipo local, el París Saint Germain.
Solo deciros que me lo pase como una enana, desde mi asiento junto a los ultras y el bombo me la pase cantando y animando al equipo. Menos mal que no me gusta el fútbol...
¡Una experiencia sin duda para repetir!
El siguiente día también me lo tome como cultural, pero a capricho. Desayunar en la torre más alta de París y disfrutar de sus vistas es todo un lujo al alcance de cualquiera.
¿Merece la pena o no desayunar en Montparnasse?
El Museo de Orsay era otro a visitar. Después de esperar el rato correspondiente para entrar y algo menos de tiempo para verlo que con el Louvre disfruté de obras de arte de como estas:
Van Gogh, Sorolla, Renoir, Manet, Cézanne, Monet, Degas, Gauguin... todos estaban ahí.
El museo es una antigua estación de tren que conserva todo su encanto con un enorme reloj presidiendo la entrada.
En mi último día no podía faltar tiempo para hacer algunas compras por los Campos Eliseos y ver sus tiendas prohibitivas para muchos, pero nos faltaba unos de los platos fuertes, cenar en el Café más antiguo de París.
Un lugar con mucha historia puesto que desde 1686 políticos, escritores y todo tipo de intelectuales de la época se juntaban para arreglar el mundo.
Yo esa noche noche arreglé el mundo a mi manera ;)
Un placer conocerlo y poner de esta forma un broche final a unas estupendas vacaciones.
à bientôt!