Para el que aun no conozca la preciosa Córdoba haré saber que es mucho mas que una ciudad con un montón de maceteros en las paredes como me la describieron una vez.
Siempre me hablaron maravillas de la ciudad y de su pasado musulmán, así que con muchas ganas hice la maleta y me presente con 3 días por delante para disfrutar de cada rincón.
Nada mas llegar había que inspeccionar los alrededores.
En la Puerta del Rincón encontré una bonita escultura que homenajea a todos esos vecinos que cuidan de los patios de la ciudad y que han hecho posible que sea declarado por la Unesco Patrimonio Inmaterial de la Humanidad la Fiesta de los Patios de Córdoba.
Para que luego me digan que los maceteros en la pared no son reconocidos...
Para que luego me digan que los maceteros en la pared no son reconocidos...
El Cristo de los Faroles y el Palacio de la Merced fueron mis siguientes paradas bajo los cuarenta y tantos grados que hacia aquella tarde.
Achicharrada perdida terminé rebajando el calor en la piscina del hotel. Nunca fui tan feliz de tener una piscina cerca, os lo aseguro.
El segundo día teníamos una cita con uno de los platos fuertes de la ciudad, la Mezquita.
La catedral preciosa y llena de detalles arquitectónicos con los que por vuestra salud mental no me deleitaré a comentar, aunque me encantaría...
Callejeando por los alrededores de la mezquita y motivada por el run-run estomacal el cual llevaba un rato acechándome, me tropecé con este pequeño restaurante de comida tradicional rollito alegre e informal y bastante bien arreglado de precio, que era justo lo que me pedía el cuerpo. Su nombre: "La Flamenka".
Antes de pensármelo dos veces ya estaba sentada con la carta en la mano.
Unas cuantas fotos flamencas por las paredes, una fuente ajardinada en el iluminado patio y decidimos qué comer.
Mazamorra con manzana y de segundo Gelatina de Pedro Ximénez y carbón de bacalao.
Buenas raciones para no salir con hambre y que no te entre ni siquiera un postre ligerito.
Perderse por las calles de el Barrio de la Judería después de comer mientras hacíamos la digestión hasta encontrar la Calleja de las flores fue nuestra siguiente misión. (bonito pareado)
Me hizo mucha gracia encontrarme la receta del plato cordobés por excelencia plasmada en la pared: El Salmorejo, bien presente para que todo turista tome buena nota de ello y lo exporte al extranjero sin colarse un solo gramo.
El tercer y último día lo dedique a pasear y terminar de ver los monumentos que me quedaban pendientes.
La torre de Calahorra era otro punto de interés de la ciudad para fotografiar junto con su puente.
Y no podía faltar el Alcázar de los Reyes Cristianos, una antigua fortaleza que se convirtió en residencia de los Reyes Católicos durante unos ocho años allá por el siglo XV, una preciosidad.
Que digo yo que Isabel y Fernando se pegarían sus buenos paseos por los jardines o harían sus sesiones de pilates o yoga junto al estanque, no sé vosotros pero yo en su lugar bien a gusto...
Una maravilla disfrutar de los patios típicos Cordobeses tan cuidados y mimados al detalle.
Flores, flores y mas flores...
Pero todo no acaba aquí.
La noche antes de volvernos teníamos pendiente ir a una de las recomendaciones que me soléis hacer cuando sabéis que viajo, "La Regadera".
Haciendoos caso me presente allí.
Me encontré en un restaurante cuco con una cuidada carta y un muy buen servicio.
Acertada la recomendación del camarero, Merci!
Tartar de atún rojo y aguacate con sésamo, ponzu y emulsión de wasabi.
¡Feliz fin de semana!